CARTA A LA PRESIDENTA K




Me Paro y me pongo de pie,  aplaudan:

Cristina Fernández ha dicho que los que bajaron de los barcos  hace poco más de 100 años, lo hicieron muertos de hambre. Como si  haber venido con las ilusiones de quien quiere salir de una situación  de angustia, de países arrasados por guerras y calamidades,  los convirtiera en seres despreciables o inferiores a los que hay  que reprocharles la apertura que tuvieron para ellos otros  gobernantes argentinos que hacían honor a la denominación argentino.

Esos que ella llama muertos de hambre fueron nuestros abuelos y uno fue el mió como de tanto – soy un ex empleado de ENTEL -  le digo  que  no sólo vinieron para saciar su hambre, sino que lo hicieron sin  buscar que los alimentaran gratuitamente con las limosnas dadas a los  pobres, hoy llamadas por ella planes, que no son trabajar, sino  planes haraganear, el trabajo es salud y dignidad – si no sabe de su significado – búsquelo en el diccionario –  No se haga la mama Noel de los Argentinos – en dar subsidios  para mantener a sus beneficiarios en la dependencia de  la pobreza y así canjearlos por votos que le aseguran mantenerse en  el poder y en su enriquecimiento vergonzoso.
Con casas de cartón – donde la dignidad del ser humano se ha perdido y es una forma de descalificar a los Argentinos – por lo que digo soy Terrorista – me juzgaran -  los Terrorista son lo que están dirigiendo el Gobierno  que cobran mas de $50.000 llamados esquimales que jamás en la puta vida trabajaron o traspiraron la camisetas –  es distinto al trabajador que paleo mas de treinta años y hoy que se merece tener una pensión o una jubilación digna le pagan dos mangos - Esos muertos de hambre, señora Presidente, como Ud y su cucu clan dicen - fueron quienes  hicieron rica nuestra patria hasta alcanzar el 6º lugar en el mundo.
Esos muertos de hambre, señora, clavaron el arado por primera vez  en la mayor parte de la tierra argentina para hacerla el granero  del  mundo. Esos muertos de hambre, señora, iban a trabajar llevando un pan,  dos cebollas y medio litro de vino, para poder ahorrar lo suficiente y  así poder traer a su mujer y sus hijos a compartir esta bendita  tierra y darle educación a sus hijos yo soy una de la tercera o cuarta generación que me enseñaron a trabajar y estudiar.
Esos muertos de hambre, señora, amaron esta tierra como usted  ni siquiera puede imaginar, sembraron en ella no sólo el trigo, sino  que  le dieron muchos hijos y nietos, que hoy somos esa clase media  que usted desprecia y a la cual pertenezco  y esos hijos y nietos aprendimos que la dignidad  del hombre comienza nuevamente se lo digo  con el trabajo, porque significa cumplir el  mandato bíblico:
"GANARÁS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE".
Claro, que algunos de esos hijos se dedicaron, como usted y su  marido, a trabajar prestando plata con usura y apoderándose de los bienes  de quienes no podían pagar sus deudas, lo que sí los convirtió en  muertos de hambre. No lo dice clarín sino las personas que la conocen y salieron a dar luz las pruebas.
Por todo esto, señora presidente, su desprecio a nuestros abuelos,  los que hicieron la Argentina próspera, la Argentina del trabajo en  paz. en la que la gente se quería y se sentaba por las tardes en la  puerta de su casa, con la seguridad de que nada alteraría su descanso  luego del trabajo honesto, y mandaban a sus hijos a la escuela y la  universidad gratuita, para que ellos pudieran llegar a estar en esa clase  media despreciada por
usted, ese desprecio digo, señora, es el desprecio a  lo más rico y generoso que puede ostentar nuestra patria: ese hombre  simple, que no es revolucionario con las armas que matan, sino con las  herramientas que producen vida.
Usted, señora, es rica, multimillonaria con infinidad de  propiedades, entre otras, esos costosísimos departamentos de Puerto Madero,  o el lujosísimo que su niña Florencia utiliza en Estados Unidos, y  ricos son también sus amigos-súbditos del gobierno, que nos tildan a  los "acaudalados laburantes de la clase media" que pagamos sus lujos  y
caprichos, como los bien vestidos. Como si no tuviésemos al menos  la pobre libertad de vestirnos decentemente.
Estamos indignados. señora Presidente, ya no porque nos ofenda como  lo hace habitualmente, sino porque ha ofendido a nuestros padres y  a  nuestros abuelos, esos hombres honestos a los que usted debería  rendir homenaje renunciando a su soberbia y a su pretendida ilusión  de perpetuarse en el poder, y ofreciendo su fortuna a la proclamada y  no cumplida distribución de la riqueza.
Un consejo señora: desde hoy guarde luto por las ofensas que  ha inferido al pueblo argentino, en especial a nuestros ancestros y a  sus descendientes, la clase media. Y llore, sí llore de tristeza  verdadera por el daño que le está haciendo a la sociedad argentina, a la  que ha dividido como nunca lo estuvo en su historia. Llore señora Presidente, llore mucho hasta que termine su mandato  y váyase al exilio lejano, que será el lugar donde quizá encuentre  el olvido de todos los argentinos de bien aunque allí gaste su  fortuna.
Fdo: YO EL CIUDADANO DE CLASE MEDIA, que dejó un momento su  trabajo, para defender el honor de mis abuelos, esos muertos de hambre  que bajaron de los barcos, para hacer la patria grande que hoy  estamos perdiendo
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22/3-2013

CARTA ABIERTA DE UN LECTOR





LEAN ATENTAMENTE - ESTE ES NUESTRO   PAPA   Y ESTE SU PENSAMIENTO

¿Lo teníamos entre nosotros y no le dimos bola, tan embrutecidos estamos?

¿Nuestra raza política, nos oculto esto?
¿Cuando vamos a despertar?
¿CUANDO VAMOS A CRECER?
COMO PERSONAS, PARA LUEGO FORMAR BARRIOS, LUEGO CIUDADES, LUEGO PROVINCIAS, LUEGO PAISES, LUEGO CONTINENTES, Y POR FIN CONFORMAR UN MUNDO   CON PERSONAS  ENTERAS -  DIOS TE ILUMINE FRANCISCO.

Rasguen su corazón y no sus vestidos; vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, rico en misericordia…

Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestros alrededores y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y matan todos los días a personas inocentes – sin que se encuentre doña justicia y al que elegimos como gobierno mira para el otro lado. Convivimos todos los días - con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y guerrillas – encontramos conflictos en tantos países del mundo. El nuestro dice ser Democrático por una parte y por otra parte arma su ejército privado.

 Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos – por parte de nuestro gobernantes - el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas - incluso de niños - junto con la miseria material y moral son moneda corriente.

La destrucción del trabajo digno, por partes de nuestros Dirigentes Gremiales que solo saben hacer – recibir de la patronal dinero - las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.

La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la historia.

La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez. Hoy nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida, camino que incluye la cruz y la renuncia; que será incómodo pero no estéril. Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.

En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluivitud.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.

Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumplimiento que nos sigue manteniendo satisfechos.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.

Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡OH pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas. Y puesto que a Él no se le esconden nuestros secretos pensamientos, hazle sentir el gemido de tu corazón. Muévele a compasión con tus lágrimas, con tu insistencia, ¡importúnale! Que oiga tus suspiros, que tu dolor llegue hasta Él de modo que, al fin, pueda decirte: El Señor ha perdonado tu pecado”. (San Gregorio Magno) Ésta es la realidad de nuestra condición humana. Ésta es la verdad que puede acercarnos a la auténtica reconciliación… con Dios y con los hombres. No se trata de desacreditar la autoestima sino de penetrar en lo más hondo de nuestro corazón y hacernos cargo del misterio del sufrimiento y el dolor que nos ata desde hace siglos, miles de años… desde siempre.

Rasguen los corazones para que por esa hendidura podamos mirarnos de verdad.

Rasguen los corazones, abran sus corazones, porque sólo en un corazón rasgado y abierto puede entrar el amor misericordioso del Padre que nos ama y nos sana.

Rasguen los corazones dice el profeta, y Pablo nos pide casi de rodillas “déjense reconciliar con Dios”. Cambiar el modo de vivir es el signo y fruto de este corazón desgarrado y reconciliado por un amor que nos sobrepasa.

Ésta es la invitación, frente a tantas heridas que nos dañan y que nos pueden llevar a la tentación de endurecernos: Rasguen los corazones para experimentar en la oración silenciosa y serena la suavidad de la ternura de Dios.

Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.

Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.

Rasguen los corazones de quienes dicen ser argentino y la Están hundiendo en dolor y lágrimas.


Rasguen los corazones para poder amar con el amor – de aquello que dicen defender y no defienden al que necesita que alguien los defienda.

Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero. Son cuarenta días para que nos convirtamos hacia la santidad misma de Dios; nos convirtamos en colaboradores que recibimos la gracia y la posibilidad de reconstruir la vida humana para que todo hombre experimente la salvación que Cristo nos ganó con su muerte y resurrección.

Junto a la oración y a la penitencia, como signo de nuestra fe en la fuerza de la Pascua que todo lo transforma, también nos disponemos a iniciar igual que otros años nuestro “Gesto cuaresmal solidario”. Como Iglesia en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión y por el amor, brote la gracia y el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande». (San Juan Crisóstomo)

Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar – endulzar los corazones que estan amargos -en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.

Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y, por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Paternalmente

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
Buenos Aires, 14 de Marzo de 2013-03-21



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